Las claves de la salud cerebral podrían estar en el intestino
Por Laura Williamson, American Heart Association News
Antojos por ciertas comidas. Todo el mundo los tiene.
Oler los brownies en el horno. Escuchar un anuncio de papitas fritas. Ver alguna golosina favorita de la infancia al ir saliendo del supermercado. Todas estas cosas pueden despertar recuerdos que impulsan el deseo de comer.
Pero, ¿y si también proceden de un sistema sensorial que no tiene nada que ver con la nariz, los oídos o los ojos? Un creciente número de investigaciones afirma que sí. En las profundidades del intestino se esconde el sistema nervioso entérico, parte del sistema nervioso autónomo que funciona independientemente del sistema nervioso central del cuerpo, y que guía los deseos y comportamientos humanos. Tiene más células nerviosas que la médula espinal.
Los investigadores le llaman "el segundo cerebro".
"El intestino, al igual que la piel o la nariz, tiene un tipo de células que reconocen los estímulos y descargan impulsos eléctricos", explica Diego Bohórquez, neurocientífico especializado en el intestino-cerebro, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte. "Incluso, el intestino y el cerebro modulan mutuamente sus funciones".
Bohórquez es uno de los muchos neurocientíficos, endocrinólogos, microbiólogos y otros que están observando el intestino para tratar de entender mejor al cerebro. En la última década, su trabajo ha permitido descubrir que el intestino contiene sensores que envían mensajes al cerebro rápidamente para ayudarle a decidir qué alimentos comer, cómo dormir e incluso si sentir dolor.
Los investigadores están explorando la conexión entre el intestino y el cerebro por su potencial para tratar una amplia gama de enfermedades. Algunas de ellas se relacionan obviamente con el intestino – como la obesidad y el síndrome del intestino irritable – pero otros son mucho menos evidentes, como la osteoporosis y el trastorno de estrés postraumático.
"Todo esto está en desarrollo", dijo el Dr. Michael Gershon, uno de los primeros pioneros en el campo de la neurogastroenterología, "pero es prometedor".
La capacidad del intestino de actuar sin ningún impulso directo del cerebro, o la médula espinal, fue lo que inspiró a Gershon a denominarlo como "el segundo cerebro". Sin embargo, aunque el sistema digestivo, que incluye el estómago y los intestinos, sea capaz de actuar por sí solo, en la práctica, la comunicación fluye constantemente entre ambos, dijo Gershon.
"El cerebro es como el director ejecutivo. Envía instrucciones generales a los trabajadores del intestino", afirma Gershon, profesor de patología y biología celular del Colegio de Médicos y Cirujanos Vagelos de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Los trabajadores, sin embargo, tienen mucha influencia en la toma de decisiones y envían información al cerebro acerca de lo que ocurre en su entorno laboral. Recogen esa información de los sensores del revestimiento intestinal y la transmiten al cerebro a través de los nervios vagales y espinales.
"Los nutrientes en áreas específicas del intestino alimentan información a áreas cerebrales específicas que controlan el placer, además de las áreas que controlan el sueño o el estado de ánimo", dijo Bohórquez, profesor asociado de medicina y profesor investigador asociado de neurobiología en Duke. Su laboratorio y otros están investigando si intervenir de manera enfocada sobre el intestino podría influir en lo que ocurre en el cerebro.
Por ejemplo, Bohórquez dirigió un estudio preliminar que se publicó en el servidor BioRxiv el año pasado antes de su impresión, que muestra que las células neuropodales intestinales de ratones y humanos podían distinguir instantáneamente entre el azúcar y los edulcorantes artificiales no calóricos, impulsando una preferencia por lo calórico sobre lo no calórico. Entender cómo el intestino dirige el deseo de comer azúcar es el primer paso hacia mejores métodos para prevenir la obesidad y las condiciones metabólicas relacionadas, como la diabetes de Tipo 2, dijo Bohórquez.
"Si conocemos los receptores, las células y las vías, podemos aprender a desarrollar terapias para reducir el ansia y el deseo constante de consumir los azúcares que acaban provocando trastornos metabólicos", dijo.
De igual forma, las terapias relacionadas con el intestino para mejorar la salud mental se encuentran en una fase incipiente. El intestino produce el 95% de la serotonina del cuerpo, conocida por su papel como estabilizador del estado de ánimo. Los investigadores están estudiando la posibilidad de tratar la depresión y la ansiedad dirigiéndose a las moléculas de serotonina con compuestos no absorbibles que se colocarían directamente en el intestino, con el fin de que solo lleguen al revestimiento del mismo, algo que ya han logrado en ratones.
De este modo, los tratamientos para la salud mental podrían tener menos efectos secundarios, dijo Gershon. "Si los fármacos se pueden dirigir de esa forma, se podrían tener efectos beneficiosos en el pensamiento sin ocasionar efectos sistémicos en otras partes del cuerpo".
La serotonina no siempre juega un papel positivo en el intestino. Gershon lo ha llamado "la espada y el escudo del intestino" porque puede hacer tanto daño como bien. Por ejemplo, "un exceso de serotonina intestinal es malo para los huesos", indicó.
Se ha demostrado que los populares antidepresivos que potencian la serotonina reducen la densidad ósea y aumentan el riesgo de tener fracturas. Gershon dijo que los investigadores están estudiando si es posible fortalecer los huesos al restringir la serotonina en el intestino.
El trabajo de Gershon también ha permitido comprender mejor cómo la serotonina ayuda a la comunicación entre el intestino y el cerebro, así como el papel que desempeña en los procesos digestivos. Eso ha ayudado a los investigadores a explorar formas de tratar problemas como el síndrome del intestino irritable y las náuseas relacionadas con la quimioterapia.
Mientras los investigadores siguen buscando respuestas, Gershon aconseja seguir las pautas establecidas para mantener el intestino y el cerebro en buen estado de funcionamiento: "Pierda peso si lo necesita y coma mucha, mucha fibra para que el intestino funcione bien".
Los comportamientos de estilo de vida, como la actividad física regular, no fumar y mantener los niveles de presión arterial, azúcar en la sangre y colesterol en un rango saludable, también ayudan a mantener una buena salud cerebral.
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