Por qué la disminución del ruido durante la pandemia podría ayudar a los oídos pero no al corazón o al cerebro
Por Laura Williamson, American Heart Association News
Martillos hidráulicos. Sierras eléctricas. Bebés llorones. Perros que ladran. El ruido incesante del tráfico automovilístico. Cualquiera de estos sonidos nos puede poner los nervios de punta, sobre todo si estamos sometidos a ellos sin cesar durante horas, días o semanas.
Es más que molesto. En los estudios se ha demostrado que el estrés generado por el ruido es dañino tanto para el cerebro como para el corazón. Sin embargo, durante el último año, los cierres y el distanciamiento social ocasionados por la pandemia han provocado una reducción sustancial del ruido que se genera por la actividad humana, y los investigadores están estudiando si eso podría traducirse en beneficios para la salud.
"Sabemos que el estrés provocado por diversos factores no es saludable. El ruido es un tipo de estrés que todos enfrentamos en la vida cotidiana", dijo el Dr. Michael Osborne, cardiólogo del Hospital General de Massachusetts en Boston, quien ha estudiado cómo el ruido entra al cerebro y daña al cuerpo.
Tanto el ruido, como el estrés relacionado con este, se han vinculado con problemas de salud como pérdida del sentido del oído, trastornos del sueño, cognición disminuida, alta presión arterial, enfermedades cardíacas y enfermedades del metabolismo como la diabetes. En un informe de 2011 emitido por la Organización Mundial de la Salud se calculó que, en Europa Occidental, la contaminación ocasionada por el ruido le roba anualmente más de 1 millón de años de salud a la población. Un conjunto creciente de investigaciones sigue arrojando luz acerca de cómo sucede este fenómeno.
No obstante, durante el último año los paros relacionados con la pandemia, el menor número de personas que trabajan fuera de casa y el distanciamiento social hicieron que se redujera enormemente la actividad humana, con lo que también disminuyeron los patrones de ruido en todo el mundo. En un estudio del boletín científico Science, se encontró que los cierres del periodo de marzo a mayo de 2020 cortaron por la mitad el ruido que se genera con la actividad humana, lo cual ocasionó "la reducción del ruido sísmico más larga y coherente de la historia a nivel mundial."
En otro estudio que aún se lleva a cabo en los 50 estados, se utilizan monitores de pulsera para detectar la exposición al ruido. Los datos iniciales recopilados durante los periodos de cierre de la primavera pasada en California, Texas, Nueva York y Florida, muestran que esos estados tuvieron una reducción a la mitad en contaminación acústica ambiental. Los investigadores encontraron que los participantes del estudio se expusieron a una reducción promedio de 3 decibeles.
Eso es suficiente para posiblemente reducir los efectos adversos del ruido en la salud como lo es la pérdida del sentido del oído, dijo Richard Neitzel, investigador principal del estudio y profesor asociado de ciencias ambientales de la salud en la Universidad de Michigan en Ann Arbor.
Neitzel también comentó que cada aumento de 3 decibeles en la exposición al ruido representa un aumento importante del riesgo de la pérdida de la escucha. "Si mantenemos el ruido a nivel de conversación, por debajo de un promedio diario de 70 decibeles, podemos eliminar completamente la pérdida de la escucha inducida por el ruido".
Para determinar cómo la disminución del ruido ambiental podría estar afectando a la población, Neitzel y su equipo piden que los participantes se sometan regularmente a pruebas auditivas en sus teléfonos inteligentes. Esperan hacer un análisis de esta información este año. También se recopila información sobre el ritmo cardíaco y los niveles de estés que informan los participantes.
Los beneficios de escuchar mejor se podrían extender mucho más allá de los oídos.
En un informe de la Comisión Lancet acerca de la prevención de la demencia, se indica que la pérdida de la escucha durante la mediana edad es uno de los factores de riesgo más modificables. Durante el verano pasado, un estudio publicado en Alzheimer's & Dementia reveló que tan solo 10 decibeles de ruido adicional en un vecindario se relacionan con un riesgo 36% mayor para impedimentos cognitivos y un 29% mayor para enfermedad de Alzheimer.
Las investigaciones de Osborne aportan ciertas pistas acerca de cómo el ruido ambiental podría entrar al cerebro y dañar el cuerpo: se encontró que los niveles altos de ruido activan la amígdala, una de las partes del cerebro donde se procesa el estrés. Los altos niveles de actividad en la amígdala se relacionan con mayores niveles de inflamación y "eso se puede relacionar con eventos cardiovasculares consiguientes", agregó.
Aunque un ambiente más callado podría ocasionar ciertos beneficios, Osborne indicó que otros factores de estrés relacionados con la pandemia podrían eliminar cualquier ganancia en la salud.
Ansiedad, depresión ocasionada por el aislamiento, haber perdido a familiares y seres queridos, el temor a contagiarse, pérdidas laborales y estrés económico, son todos elementos que aumentan la inquietud acerca de los efectos negativos en la salud que han aumentado.
"Lo que nos afecta es la suma del estrés que estamos enfrentando", dijo Osborne. "No me sorprendería ver que todos en estos momentos tienen un alto grado de actividad amigdalar".
Eso no significa que no se puedan revertir los daños, sobre todo si las personas encuentran formas de lidiar con el estrés adicional, indicó Osborne, quien estudia si la capacitación en consciencia plena (mindfulness en inglés) podría reducir las enfermedades en personas con altos niveles de estrés.
"Cuando se disminuye el impulso constante del estrés", dijo, "esas partes del cerebro podrían disminuir su actividad metabólica y estar menos hiperconectadas, y eso podría reducir la inflamación".
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